Con la confirmación de que los res­tos hallados el jueves pasado en una tumba clandestina en el inte­rior de una estancia ubicada en Tacuatí pertenecen a quien en vida fuera el colono menonita Abrahán Fehr, se ratifica una vez más la extrema crueldad y violen­cia con las que actúa el EPP, la banda de cri­minales que alardea de su supuesta lucha armada en pos de un país mejor. Es la con­solidación de que su único interés, desde el momento en que nació de la mano de cono­cidos estamentos políticos y eclesiales, es sembrar el terror y para ello utilizará la vía de la violencia.

Sembrar el crimen y el odio es lo que han hecho antes y lo han vuelto a cometer. De esta manera, enlutaron a una familia y a una comunidad de laboriosos, donde la faena empieza bien temprano y que lo único que conocen durante el día a día es el tra­bajo honesto.

Pero el trabajo, así como una vida hecha a base de la honradez y la honestidad, no es una virtud entre los milicianos que inte­gran el Ejército del Pueblo Paraguayo, una banda ideologizada, anacrónica y absoluta­mente desalmada que actúa impulsado por un odio exacerbado.

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Estas características se desprenden del bru­tal e inhumano trato con Fehr. Él, siendo un inocente, fue arrebatado de su familia en agosto del 2015, sometido a cautiverio, deambulando por los montes por más de 880 días, mal alimentado y mal cuidado es lógico que no conservara la vida por mucho tiempo. Según los especialistas en Medicina Forense, estiman que el productor había fallecido entre un año y dos años atrás, lo que da una muestra del nivel de crueldad de esta banda de criminales, que aun sabiendo que Fehr ya estaba muerto utilizaron la desesperación de su familia y de sus ami­gos para chantajear con el pago de rescate. Nunca dieron una prueba de vida. ¿Qué clase de ser humano es capaz de hacer esto?

El EPP, que surgió de las entrañas de esta­mentos políticos así como de ciertas figuras de la Iglesia que incluso hoy tienen presen­cia en altas esferas del Poder Legislativo, basó su lucha en conseguir la igualdad social, partiendo de la base de que los dos departamentos donde está desplegado fue­ron durante décadas regiones olvidadas por los gobiernos de turno.

Si bien la irrupción de este grupo armado es apenas un síntoma de los grandes pro­blemas estructurales o de pobreza que dis­tinguieron al Norte, ha encontrado preci­samente en estas penurias de la gente su fundamento para ganar adeptos, acciones firmes y graduales se han dado.

Pese a la desidia de décadas enteras, durante la administración de Horacio Car­tes se han hecho inversiones como nunca antes. Según un informe del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, un total de US$ 452 millones en proyectos viales, entre obras concluidas y en ejecución, es el monto de la inversión destinada entre el 2013 y el 2017 por el Gobierno Nacional a Concepción, San Pedro y Amambay. Así también ha destinado a estos departamen­tos unos 60 millones de dólares en la cons­trucción de casi 5.500 viviendas y otros 20 millones de dólares para obras que favo­recieron a unas 351 instituciones educati­vas públicas de la zona. Y el Estado sigue teniendo presencia.

Hay que decir que uno de los pocos gobier­nos, por no decir el único, que ha entendido que la forma de acabar con los grupos arma­dos, además de combatirlos frontalmente, es con una mayor presencia del Estado ha sido el gobierno de Cartes.

Por otra parte, se ha cuestionado la efica­cia de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) que, como todos recordarán, fue iniciativa propuesta por la actual administración de gobierno para aunar los esfuerzos de poli­cías y militares en el norte del país. Sin embargo, esos mismos que hoy cuestionan los resultados ignoran que la banda armada se formó, adaptó y consolidó bajo gobier­nos anteriores, y que el problema actual es heredado. Pese a este difícil "legado", se ha intentado dar una respuesta acorde para acabar con este flagelo.

Pero más allá de responsabilidades de tal o cual gobierno, este golpe que supone el ase­sinato de un hombre honesto debe unir a todos los paraguayos contra los verdaderos enemigos de la República: el EPP.

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