La expresión "mayoría silenciosa" es antigua en la política, hasta ancestral podríamos decir, pues nace con las democracias en que hay que definir las polémicas y decisiones, a falta de capacidad de concertación, de negociación, por los votos.El que la resucitó en nuestro tiempo fue R. Nixon, cuando, ante las multitudinarias pro­testas contra la guerra de Vietnam, se amparó en que la "mayoría silenciosa" la amparaba. No citaba cifras, sino simplemente el hecho de que una supuesta mayoría apoyaba la guerra para justificar su presencia militar en Vietnam. No le sirvió mucho contra la guerra, ni luego, cuando, procesado, se vio obligado a renunciar, para evi­tar males peores, por delitos políticos; sin que ninguna miserable mayoría se manifestara a su favor. Las mayorías silenciosas se mantuvieron en silencio.

Es decir, el concepto de mayoría silenciosa, polí­ticamente hablando, no tuvo mucho prestigio por razones obvias: el silencio no forma mayo­ría; el bullicio, aunque no la tenga, hace ruido y hasta parece mayoritario. Es decir, resulta fácil crear una supuesta mayoría, aunque sea una minoría, con base en el bullicio, ruido, lata pararã; en buen paraguayo, con el significado de alboroto que le da la Academia de la Lengua.

No se trata de manifestarse o de opinar con manifestación o votación, sino de alborotar.

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Viene a cuento porque cada día más, con las fácilmente manipulables redes o los más con­centrables aparatos mediáticos, se pueden construir mayorías, aunque sean minorías, con tal de que sean bulliciosas, con el significado de alborotadoras, a partir de artilugios tecno­lógicos, sin necesidad de formar mayorías de cuerpo y voto, hombre por hombre, mujer por mujer; o sea, votante por votante. Es decir, la "rebelión de las masas" analizada por Ortega –es obligatorio escribir– y también Gassett, como citaba un político nacional de los tiempos del estronismo: movilizar, manipular multitu­des ya era una costumbre de antaño, Ortega no hizo sino evidenciarla.

Es tan obvio que solo falta contar los votos electorales en general y descubrir que es una minoría alborotadora la que pretende presentarse como una mayoría, alborotando las calles, sin poder definir voto a voto en las urnas. No es raro, si lo traemos a los acontecimientos que estamos viviendo en la región, en materia de educación, por ejemplo, en donde tanto en Argentina como en Paraguay minorías de estudiantes menores están tratando de imponer, más que cambios en la educación, bochinche, sin mucha reflexión, sin cifras mayoritarias y con mucho quilombo, sin un análisis serio de base. Y, notablemente, con gran respaldo político de algunos sectores que últimamente se especializaron en perder elecciones con los votos; con las mayorías que cuentan en la encuesta final de las democracias, aunque no sea ruidosa, porque para eso también el voto es secreto.

Ahora la acaba de definir con mayor precisión y valor matemático un jubilado catalán en el caos que se vive con la pretendida independencia de Cataluña, a partir de una supuesta mayoría, real en cuanto a de alborotadores se trata. Lo hizo un jubilado catalán de 73 años, con nom­bre y apellido, en una carta de "lectores", como respuesta a los separatistas que se jactaban de que en la manifestación independentista del 11 de setiembre hubo un millón de personas.

Pero, "precisaba" el lector, en Cataluña somos siete millones y medio. Más claro, agua; es decir, que una minoría bochinchera estaba tratando de declararse en mayoría, frente a las abruma­doras cifras; que, por cierto, no se diferencian mucho de las elecciones autonómicas convoca­das por el "catalanismo", de las que ha desis­tido por falta de éxito "mayoritario" y en las que solo consiguieron una minoría con relación a la población total de la región.

Es tan obvio que solo falta contar los votos elec­torales en general y descubrir que es una mino­ría alborotadora la que pretende presentarse como una mayoría, alborotando las calles, sin poder definir voto a voto en las urnas.

No es raro, si lo traemos a los acontecimientos que estamos viviendo en la región, en materia de educación, por ejemplo, en donde tanto en Argentina como en Paraguay minorías de estu­diantes menores están tratando de imponer, más que cambios en la educación, bochinche, sin mucha reflexión, sin cifras mayoritarias y con mucho quilombo, sin un análisis serio de base.

Y, notablemente, con gran respaldo político de algunos sectores que últimamente se especia­lizaron en perder elecciones con los votos; con las mayorías que cuentan en la encuesta final de las democracias, aunque no sea ruidosa, porque para eso también el voto es secreto.

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