La oposición extrema al Gobierno –la que solo se ocupa de oponerse y jamás a proponer ideas o proyectos– está por batir un récord de permanecer cuatro años en sus bancas sin otra ocupación que decir "no" a todos los emprendimiento gubernamentales.

Obviamente, esta oposición –que no produce otra cosa que no sea palos en la rueda– tiene casi un lustro con sueldos extraordinarios en relación al resto de los mortales y gozando de la deliciosa experiencia de ser estrellas de los medios de comunicación por el único mérito y esfuerzo de producir discursos dramáticos en las sesiones y recorrer los programas de polémica política con un libreto repetido: todo está mal, estamos a punto de la crisis y la solución es un juicio político, pero nunca aportando a soluciones.

Jamás han propuesto un espacio de diálogo y por el contrario han colocado al Gobierno, sus funcionarios y sus programas de gestión al borde del abismo al jugar con el manoseo del presupuesto que estuvo a punto de dejar sin esta herramienta vital para organizar los gastos del Estado en el presente período.

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La pregunta que cabe hacerse es: ¿seguirán los ciudadanos confiando en personas que se tragan el dinero de sus impuestos solo para impedir, obstaculizar y embarrar la cancha de la gestión del Ejecutivo? La otra pregunta es: ¿cómo explicamos que existe un bolsón de congresistas que jamás cumplió con su rol y que fue financiado por los ciudadanos en todo este tiempo solo para ser estrellas de las malas noticias contra el Gobierno, en los medios o para alentar cierres de rutas y calles e incluso financiarlas?

El camino democrático es la mejor alternativa para depurar el futuro del congreso y ello está en las manos de los ciudadanos. ¿Seguiremos financiando la oposición por la oposición mediante nuestro voto o se pensará en una oposición inteligente que plantee ideas, que genere planes, que sea capaz de anteponer a sus intereses sectarios una mesa de diálogo y concertación con sectores que llegan a pensar diferente?

El futuro del Congreso en el período 2018-2023 es vital para salir de este quinquenio con una oposición extrema improductiva, salvada por fortuna por la responsabilidad de otros opositores que sí supieron en su momento sentarse a coordinar las políticas públicas.

Los ciudadanos deben exigir que los parlamentarios del período próximo produzcan y se instalen con una agenda diferente, basada –en primer lugar– en la implementación de políticas de Estado que estén aisladas y blindadas del salvajismo político y el canibalismo sectorial. Solo de esa manera se logrará que el Congreso se reivindique en sus tareas con la sociedad y los opositores –solo por la oposición a ultranza– perderán un escenario para su proselitismo personal con la plata generosa del pueblo.

Mientras tanto bienvenida a una oposición inflexible en sus principios de defender lo público, dura para cuestionar al Gobierno en sus errores y controlar su gestión, pero con actitud de Estado, lejos de rencillas mediáticas y con argumentos para proponer y potenciar la gestión del Poder Ejecutivo.

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