El problema generado e instalado hace más de una década en el país en torno a la reelección presidencial no es un problema político; lo que se discute es si la enmienda es o no es constitucional para establecer la reelección, si lo que conviene es la enmienda o lo pertinente es hacer una reforma vía Constituyente; si en qué momento es conveniente, de acuerdo a las circunstancias políticas, cambiantes como veleta, hacer o no el cambio constitucional; en todos los casos, constitucionalmente hablando, es un tema jurídico que requiere una salida jurídica; en la práctica se habla de violación de la Constitución, lo que, sin lugar a dudas, es un delito que tiene su ámbito en que dirimirlo, en el espacio del Poder Judicial; es decir, si se está violando la Constitución con una u otra interpretación, es igualmente un tema jurídico y constitucional, que requiere una salida jurídica y que tiene el espacio para dirimirlo en la Constitución Nacional, si es que se quiere respetarla y no manipularla políticamente.

El único aspecto que tiene que ver con la "salida política" que están planteando sectores históricos o coyunturales de oposición es plantear qué es lo más conveniente, en qué momento y en qué circunstancias para evitar la ya desgastante polémica.

Eso, como toda salida política, requiere de un diálogo entre las partes, sobre la base de la igualdad, es decir, que una de las partes no imponga las condiciones, sino que se negocien en el diálogo.

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Ahora que el presidente Cartes ha optado por renunciar a la posibilidad de reelección para el próximo período es el momento de sentarse a dialogar, siempre y cuando, la contraparte esté dispuesta a hacerlo.

Es decir, el diálogo no puede establecerse sobre la base de que la enmienda es inconstitucional, como han decretado por su cuenta los sectores opositores y grupos mediáticos. Sin necesidad de dirimir el tema en la Corte Suprema, que es donde corresponde, el diálogo debe encaminarse no a la preeminencia de un sector u otro sino a lo que puede ser más conveniente para el país, y en qué momento hacerlo, sobre qué bases de acuerdo.

Es hora de que los distintos sectores de oposición decidan si quieren el diálogo para resolver diferentes interpretaciones jurídicas y negociar la forma de resolver las diferencias, buscando la conveniencia nacional, o si quieren seguir haciendo barullo de cara a las elecciones recurriendo al viejo y desprestigiado principio de "en río revuelto, ganancia de pescadores".

El comienzo debería establecerse sobre las bases que rigen todo diálogo serio, la no agresión entre las partes, sino el respeto mutuo de las opiniones. La posesión de la verdad absoluta por una de las partes exigiendo la sumisión de la otra a las imposiciones de sus interpretaciones o intereses es el antidiálogo.

De hecho, la concesión de una de las partes, la renuncia anunciada por el Presidente a su candidatura en las próximas elecciones, no ha tenido la respuesta de la contraparte, de parar la riña, ya que, por el contrario, la oposición anuncia que seguirán con la misma cantinela de la violación constitucional autoproclamada por políticos, legisladores y medios que se autoproclaman dueños de la Constitución.

La polémica legislativa también tiene su lugar donde debatirse y resolverse, en el Congreso.

El hecho ha llegado hasta el ridículo nacional e internacional, cuando el secretario general de la OEA afirmó públicamente que no había ninguna ruptura democrática en Paraguay, mientras que los opositores hacían cola para contarle que estábamos cerca de la catástrofe venezolana, mundialmente reconocida y denunciada, en un país que sigue expresando sus posiciones en absoluta libertad, más allá del desgraciado incidente del incendio del Congreso y el descontrol policial; denuncia hecha incluso por muchos que siguen comprometidos con la justificación del criminal gobierno bolivariano.

Es hora de que los distintos sectores de oposición decidan si quieren el diálogo para resolver diferentes interpretaciones jurídicas y negociar la forma de resolver las diferencias, buscando la conveniencia nacional, o si quieren seguir haciendo barullo de cara a las elecciones recurriendo al viejo y desprestigiado principio de "en río revuelto, ganancia de pescadores".

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