• Por Augusto Dos Santos
  • Periodista

Esta semana se informó que la oposición colorada a la postulación de Santi Peña recurriría a estrategias de guerra sucia. Es un dato probable, pero no comprobable por de pronto. La idea sería entablar una campaña de demolición contra Horacio Cartes y el precandidato a presidente. Por cierto, es una jugada riesgosa elegir el camino de la guerra sucia, es un cuchillo de doble filo que ya muchas veces, en las elecciones nacionales, terminó cortando al que portaba y no al que se pretendía herir.

Para que una guerra sucia funcione se necesitan dos condiciones: un buen estratega, que los hay, y condiciones de escenario para que una guerra sucia tenga efecto e incidencia. Si no existe un escenario propicio es exactamente como contratar a un esquiador acuático a que haga una demostración sobre un terreno arado para el cultivo de papas.

Pero hablemos primero sobre las razones de esta hipotética decisión de la oposición colorada, si ello fuera así. No hay dudas que las encuestas de julio (de esas encuestas que las manejan las campañas y no aquellas "instalaciones" que se publican en los diarios) daban un panorama de frenada importante al sector opositor y suba sostenida al oficialismo. Esto ya era suficientemente preocupante. Lo peor sucedió en las encuestas de mediados de agosto, las que ya reflejan una ventaja para el oficialista y dan un panorama bastante claro del escenario donde se desarrollará el resto del proceso.

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(Aquí es donde me gustaría conservar el recorte de prensa de las encuestas publicadas con los 20 o 30 puntos en favor de un candidato para conversar luego en diciembre sobre las escandalosas manipulaciones de encuestas que se producen a nivel mediático.)

Les acerco a continuación un análisis somero de por lo menos tres encuestas que pudimos observar en las últimas semanas para que los lectores saquen sus conclusiones al respecto del porqué un sector podría estar buscando una mano de "guerra sucia".

1. El segmento de colorados que pide que el candidato sea "tradicional" es de un volumen insignificante. En el segmento de ciudadanos colorados de 18 a 35 años esa opción está casi ausente. Cada vez más, la opción del caballo y el berrenque veve es propiedad del difunto Lino O, y de sus seguidores oviedistas. De hecho, lo que –de alguna forma– hizo Oviedo –astutamente para su universo– es reconstruir el coloradismo pretransición como espacio de construcción simbólica y proselitista y le fue bien en su momento

2. Santi Peña es tan conocido entre los colorados que Marito (en alguna encuesta Marito le lleva uno o dos puntos) y es, a su vez, más conocido que Afara y Hugo Velázquez. Este es un dato singular porque alivia a los oficialistas, invertir en popularidad, lo cual suele ser una complicada operación publicitaria… y costosa.

3. En dos, de las tres encuestas observadas, "los colorados creen que Peña ganará las elecciones". Este es un dato fundamental para el elector colorado promedio porque supone el potencial importante de un síndrome que se llama "carro del vencedor" y podría ser determinante a la hora de las decisiones.

4. También en dos de las tres encuestas observadas en agosto, el volumen de resistencia a ambos candidatos es casi de un empate técnico. ¿Qué significa esto? Que la esperanza de la oposición colorada de "pegar a Santi a Cartes" no está teniendo el efecto deseado, quizás porque el propio Cartes, desde julio y con más énfasis luego de la operación del veto a la condonación, pegó un salto positivo en los segmentos de más incidencia real.

5. Santi Peña tiene ostensibles ventajas en la medición de imagen. Lleva volúmenes significativamente más grandes en valoraciones subjetivas como "es más inteligente" y de expectativas como "puede gobernar mejor". Este es un segmento de investigación que juega mucho y tiene mucho peso en el voto más independiente, aquellos no ligados al clientelismo colorado, que es finalmente (el voto más independiente) el que decidirá las elecciones, en tanto el voto cliente estará siempre más rendido a los "factores externos".

6. En las tres encuestas observadas entre julio y agosto (tres encuestadoras distintas) hay un dato coincidente y resaltante: la mitad del electorado colorado que pretende ir a votar el 17 de diciembre nunca va a una seccional colorada o va en contadas ocasiones (una vez al año).

Concluimos diciendo, para los buenos entendedores, que una guerra sucia instalada para cambiar la opinión de los sectores más críticos de un partido político, con frecuencia, tiene tanto éxito como contratar al "Flautista de Hamelin" como chofer en un paseo por las montañas.

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