POR ANDREW ROSS SORKIN

"El mercado bursátil ha logrado un récord tras otro y ha incrementado 8 billones de dólares su valor. Esa es una gran noticia para las cuentas de ahorro 401(k), de jubilación, de pensión y universitarias de los estadounidenses".

Eso dijo el presidente Trump hace apenas una semana durante su discurso del estado de la Unión cuando presumió de manera triunfante las ganancias en el mercado de valores desde que empezó su presidencia.

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Y después… pasó. El viernes se desplomaron las acciones y el lunes el mercado siguió en picada. En un momento, el Dow cayó casi 1.600 puntos antes de acabar más de 1.100 puntos abajo (o 4,6%).

Por supuesto que se empezaron a buscar culpables. Los críticos del presidente han mencionado que la decisión que tomó de conectar su éxito o su fracaso con el mercado de valores era ridícula.

En efecto, fue un error, pero no por la razón que se podría pensar. El motivo de la caída de los mercados no es que los inversionistas crean que las medidas de estímulos del mandatario, como los recortes fiscales y las desregulaciones, estén fracasando o vayan a hacerlo.

En todo caso, sería lo opuesto: los inversionistas creen que sus políticas para avivar el crecimiento van a funcionar tan bien que van a sobrecalentar la economía y obligarán a que la Reserva Federal intente ralentizar la situación aumentando las tasas de interés más rápido de lo esperado.

A veces, se puede tener demasiado de algo bueno. No hay que olvidar qué fue lo que detonó la caída del viernes: un crecimiento del empleo mejor del esperado.

Es muy probable que para cuando vuelva la temporada de elecciones en el 2020, aun si esta baja en el mercado resulta una simple irregularidad, la economía esté, o haya estado, en recesión.

Para explicar el fenómeno, Ray Dalio, el fundador del fondo de cobertura más grande del mundo, Bridgewater Associates, imaginó al presidente al volante de un auto.

"El estímulo fiscal está pisando el acelerador, lo cual está llevando la economía hacia adelante, a los límites de su capacidad", comentó Dalio, y agregó que eso "está detonando el aumento en las tasas de interés que está pisando el freno, primero en los mercados y después en la economía".

Antes de que todos los especialistas se desmayen a causa de la hiperventilación que les provocó la "corrección" en el mercado –un dato oportuno: técnicamente, una corrección se define como una caída de 10% o más–, respiremos hondo: la caída del mercado podrá parecer abrupta, pero ha sido solo de un 8,5%.

Por supuesto que es significativo, en especial si entraste por primera vez en el mercado las semanas pasadas. Sin embargo, para ser honestos, es como si hubiéramos regresado el reloj donde estaba el mercado de valores a mediados de diciembre, cuando los inversionistas –y, así es, el presidente– aclamaban con orgullo el éxito que estaba teniendo.

Era inevitable que el mercado cayera después de una racha récord. A principios de la semana pasada, Peter Oppenheimer, director de estrategia bursátil global de Goldman Sachs, lo predijo justamente así: "No importa cuál sea el detonador, hay una alta probabilidad de que se dé algún tipo de corrección en los próximos meses". Tal vez no le haya agradado lo rápido que se demostró que tenía razón.

A pesar del redoble constante de optimismo sobre la economía de los altos ejecutivos empresariales –y con justa razón, si se consideran los resultados récord que han producido y esperan producir a lo largo del próximo año–, algunos inversionistas habían sugerido discretamente que el mercado estaba empezando a parecer costoso al tomar en cuenta el factor de la probabilidad de una inflación.

"Debido a que la economía global está rebotando y la utilización de los recursos se está reforzando, nos estamos posicionando con cuidado ante la posibilidad de que la inflación dé una sorpresa a la alza", escribió la semana pasada Ken Griffin, uno de los cofundadores del fondo de cobertura de Chicago Citadel, en una nota para sus inversionistas.

El mes pasado, en el Foro Económico Mundial que se celebra en Davos, Suiza, los directores ejecutivos demostraron un optimismo sorprendente respecto de sus propios negocios y de la economía. No obstante, Jamie Dimon, presidente y director ejecutivo de JP Morgan Chase, añadió una advertencia: las cosas van tan bien, dijo, que "les prometo que aquí estaremos dentro de un año y todos estarán preocupados porque la inflación y los sueldos son demasiado altos".

Ese optimismo podría ser una contraindicación económica. "En Davos, el optimismo sobre el crecimiento mundial es tan alto que perturba", declaró a Reuters Scott Minerd, el director de inversiones de Guggenheim Partners. "Aunque soy de la opinión de que la economía global está ganando impulso, siempre me siento incómodo cuando casi todo el mundo comparte la misma opinión. Mi temor es que el optimismo económico se esté derramando sobre las participaciones globales de capital, lo cual provocará una locura en las acciones".

Por el momento, podrá estar brotando esta fiebre, pero es probable que sea solo temporal. "Estos declives pronunciados son solo correcciones menores en el panorama más grande; hay mucho dinero en efectivo adicional para comprar durante este momento, y lo que sigue será más importante", escribió Dalio en una nota que entregó a sus clientes el lunes.

Nadie sabe bien cuánto durará este período alcista, pero la línea de apuesta es que terminará, aunque sea dentro de uno o dos años.

"La historia demuestra que los ciclos económicos exhiben síntomas bastante consistentes que llevan a una recesión, y comienzan con un mercado laboral que pasa de frío a caliente y una postura sobre la política monetaria que, en respuesta, progresa de relajada a ajustada", escribió Guggenheim en una nota que recibieron sus inversionistas a finales del año pasado.

"Nuestro análisis de estas mediciones sugiere que la expansión actual terminará a más tardar a finales del 2019", escribió Guggenheim.

Justo a tiempo para las siguientes elecciones presidenciales.

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