ANDREW ROSS SORKIN

A Nelson Peltz no le gusta que lo llamen activista, mucho menos atracador corporativo.

El veterano financiero, que se hizo de renombre invirtiendo en empresas como Heinz y DuPont y agitando para generar cambios, prefiere considerarse "constructivista", alguien que no necesariamente quiere destruir empresas, sino más bien fomentar sus operaciones y su estructura corporativa.

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"Los activistas manipulan los saldos vendiendo una división para recomprar acciones y apalancar el saldo y recomprar aun más acciones", declaró alguna vez a la revista Fortune. "Cualquiera con maestría en administración puede hacer eso. Y la mayoría de los que trabajan en Wall Street lo hacen. Nosotros mejoramos el poder de ingresos de la empresa. Nuestros antecedentes están en las operaciones no en Wall Street".

Para Peltz, este enfoque no solo suena más amistoso: él está convencido de que es más amistoso. Ocasionalmente trata de que otros lo llamen simplemente un "accionista muy comprometido".

Todo es parte del esfuerzo de Peltz para convencer a los administradores –y a los otros accionistas– de que no es un artista del dinero rápido. Su razonamiento es que, con esas palabras tranquilizadoras, lo recibirán con los brazos abiertos en la sala de conferencias o incluso en la junta directiva.

"Por desgracia, 'activista' ha adquirido connotaciones negativas y en verdad digo que es una desgracia", se lamentó durante una conferencia el año pasado sobre el término de activista y por qué no debe de ser llamado así.

El 17 de julio, él hizo su última jugada –entablando lo que ha sido llamado la disputa sustitutiva más grande la historia– al buscar un asiento en la junta directiva de Procter & Gamble.

Y fiel a su estilo, Peltz, cuya firma de gestión patrimonial se llama Trian Partners, formuló como amistosa su ambición. En la primera página de una presentación de 22 páginas, él hizo una enumeración de los puntos "que Trian no está tratando de impulsar". Entre ellos: "No abogar por el desmembramiento de la compañía, no sugerir que se reemplace al director general, no tratar de reemplazar a los directores".

Pero, con todo, los directores de empresa deben tomar nota que el manual de Peltz suele ser el mismo: hacer una inversión multimillonaria en una compañía y decirles a los administradores que los apoya. Después dice que quiere reunirse con ellos pues tiene algunas sugerencias, unos ligeros ajustes por aquí y por allá. Pero luego se aparece con un "libro blanco", un grueso fajo de tablas y cifras sobre los cambios que le gustaría ver implementados. Cuando la compañía no lleva a cabo los cambios ni toma en serio sus sugerencias, trata de deponer al director general o de dividir a la empresa.

Él ha seguido ese manual en Wall Street con distintos grados de éxito desde hace decenios.

Su influencia más reciente la podemos ver en General Electric, donde en el 2015 fue invitado a hacer una inversión por 2.500 millones de dólares en la compañía, un poco en forma de sello de aprobación. En ese tiempo, su firma declaró: "Trian considera que General Electric está llevando a cabo una audaz transformación que generará atractivos rendimientos para los accionistas en los años por venir, conforme la compañía reestructura su cartera a partir de un amplio conglomerado".

Dos años después, Jeffrey R. Immelt, director general de General Electric y a quien Trian llamó "amigo" repetidamente, se encontró anunciando que se iba a "retirar" de la compañía, justo después de que GE no había alcanzado sus metas.

Parte del encanto de Peltz es que, a diferencia de otros activistas, él evita aplicar mucho apalancamiento y no exige grandes recompras de acciones y dividendos. Más bien suele presionar a las empresas para que incrementen los ingresos y las exhorta a gastar dinero en mercadotecnia.

Todo esto suena amable y para nada amenazante. Él es tan encantador que si hubiera una disputa sustitutiva en P&G, esa sería apenas la tercera vez que iniciara una batalla de esa naturaleza. En otros casos ha llegado a algún acuerdo, obteniendo uno o varios asientos en la junta directiva antes de hacer públicas sus quejas.

Pero vale la pena hacer notar que esos directores son de las compañías que él tuvo en la mira y que posteriormente encontraron el éxito. No hay testimonios sobre Immelt, o Ellen Kullman, la ex directora general de DuPont retirada, ni de los ejecutivos de Chemtura, compañía química que quebró después de recibir al equipo de Peltz en su junta directiva.

Nada de esto quiere decir que Peltz no sea un buen inversionista, ni que en ciertas circunstancias, una compañía obstinada no necesite cambios. Muchas veces, las compañías de la vieja guardia necesitan a alguien que los haga reaccionar.

Y Peltz es muy bueno para eso. Sus ganancias han sido casi el doble del S&P 500 desde 2005.

Pero hay un problema: una vez que él cobra, muchas de las compañías en las que invirtió se atrasan en valor, lo que suscita significativas interrogantes entre los accionistas de si los cambios que él hace mejoran la compañía a largo plazo.

Por ejemplo, dos años después de que retiró sus ganancias de GNC, la empresa de vitaminas y complementos nutritivos, la acción se rezagó 42 por ciento con respecto del índice S&P 500. Igualmente, la acción de Sotheby se rezagó en 41 por ciento respecto de S&P 500 dos años después de que él retiró su inversión.

Con toda justicia, cualquier inversionista razonable podría alegar que no puede responsabilizarse después de que abandona una inversión. Pero su historial sí da a entender que las compañías de su cartera podrían necesitar esfuerzos de corto plazo para impulsar sus resultados.

Trian dice ser un inversionista de largo plazo que mantiene sus inversiones en las empresas más de cinco años, lo cual es definitivamente cierto y mucho más tiempo que la mayoría de los fondos mutuales. Yo he señalado que los activistas suelen tener mala reputación por buscar resultados de corto plazo y Trian efectivamente adopta un enfoque de largo plazo que es apreciado por la mayoría.

Sea cual fuera el caso, lo que está claro es esto: Peltz, por mucho que deteste esa etiqueta, es efectivamente un activista. Y Procter & Gamble, que bien podría justificar un poco de presión, no debe de engañarse respecto de sus intenciones. Sus acciones necesitan subir o si no, el director de la compañía, y quizá otros miembros de la junta directiva, tendrán que irse.

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