• Por Augusto dos Santos
  • Analista.

Si yo fuera Santi Peña estaría bastante feliz y satisfecho. Está llegando a su etapa final la campaña electoral y la oposición política y mediática no ha encontrado otra forma de pegarle que acusándolo de portación irregular de paraguas y de higienizarse las manos antes de almorzar con alcohol en gel.

Es fácil advertir la diferencia. A otros candidatos se les acusa de, por ejemplo, haber obtenido sus riquezas de una dictadura que mataba y robaba, de meterse en hechos de corrupción en el sistema vial, de múltiples hechos que corrupción que los merecería mas bien en un Juicio Oral antes que en una campaña electoral.

Pero no. En las últimas dos semanas, los hechos de crimen político de lesa humanidad que ocuparon ríos de tinta y horas de ininterrumpido ataque televisivo fueron el paraguas y el alcohol en gel. Es interesante porque estos testimonios quedan para que en un futuro más calmo se pueda sistematizar y analizar el rol de los medios que siguen mintiendo con el chiste de su supuesta pluralidad.

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En este momento no hay pluralidad alguna en los medios de comunicación del Paraguay. Lo único que se ve es: medios del grupo Vierci apoyando la candidatura de Marito Abdo, medios del Grupo Zuccolillo tratando de destruir el proyecto político que sostiene a Santi Peña y medios del Grupo Cartes, defendiendo tal modelo. Alguna excepción habrá que confirme la regla en términos de un periodista u otro, pero a nivel de medios, hoy, hablar de pluralidad política, o más aún de imparcialidad sería como afirmar que Jack el destripador odia la sangre.

Capítulo aparte para una reducida, pero selecta legión de colegas que buscan ese preciado premio del "empleado del mes" y en función a ello se derraman con vómitos de cualquier calibre contra los enemigos del jefe editorial.

Pero volvamos al terrible crimen del paraguas.

Se puede afirmar que fue un error de imagen. Ok. Se puede afirmar. Pero de ahí a que ello nos conduzca al sesudo análisis semiótico de algunos sobre que el sostenimiento de un paraguas por parte de un asistente protegiéndolo al candidato Peña de la lluvia era una demostración fehaciente de su total y absoluta ausencia de humanidad, comparable solo con Aníbal Lecter con dolor de muelas… es como que se nos fue un poco la mano.

Y allí es donde se abre ese instante mágico en el que los comunicadores creemos que estamos hablando para un ejército de estúpidos incapaces de entender contextos mínimos.

El dramático episodio del alcohol en gel.

Esto sí tuvo ribetes antológicos en la semana que pasó, porque atropella todos los conceptos de sentido común. Imaginen esta escena: una mesa donde servirán una comida en instantes y en esa mesa una botellita de alcohol en gel para higienizar las manos. Se objetaría eso en cualquier mesa donde no estuviera Santi Peña? Jamás. Por el contrario. Probablemente si en la mesa se sentaban otros candidatos, una hora después ya publicaban un editorial sobre la importancia de higienizarse las manos y de cómo, fíjense que lindo, de cómo los niños de la patria podían ver ese buen ejemplo en el candidato mengano que está sentado en una mesa durante un almuerzo de campaña electoral y todos ya estarían aplaudiendo tan noble gesto.

¿Por dónde lo pegamos?

En concreto Santiago Peña es una especie de Aquiles con botas de motocross. No le encuentran "hína" un talón donde herirle con algunos de los argumentos que son objetivamente importantes para golpear a un candidato:

a) no pueden decir que es incapaz, porque de lejos es el candidato más solvente y preparado, probablemente de toda la oferta electoral existente en la actualidad;

b) no pueden decir que vive con plata robada de la dictadura ni de la democracia y eso es palpable con solo conocer su casa de alquiler y sus modos de vida sin ostentaciones;

c) no pueden decir que no entiende de gestión pública porque en sus debates y sus exposiciones internacionales exhibe que lo sabe y despierta respeto y reconocimiento,

d) no pueden decir que es un riesgo para el sistema ni para la economía.

Hace pocos días arribó un nuevo gurú en guerra sucia que se ocupará de renovar ideas sobre como destruirlo. Los últimos fracasaron, incluyendo aquel genio que –de entrada– diseñó aquella campaña sobre una supuesta relación gay. Esa torpe costumbre de empezar tildando de puto al enemigo.

Concluyo llamando a un desafío que me parece importante. ¿Y si en vez de escandalizarnos porque el candidato se higieniza las manos antes de comer, nos enojamos porque podríamos tener un Presidente que no sabe la diferencia que existe entre el helio y el hielo? No sería pio mejor eso.

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