• Por: Cristóbal Nicolás Ledesma Salas
  • Periodista del Grupo Nación

La dura eliminación de la albirroja absoluta nos deja marcas que costarán mucho cicatrizar, principalmente por la cercana de la posibilidad que se tenía para acceder, por lo menos, al repechaje y dependiendo en gran medida por lo que uno podía hacer jugando en casa.

Duele más de lo que uno pudo imaginarse porque se controlaron todos los detalles para que los jugadores lleguen bien, o es lo que uno supone, y no se dio el resultado cuando ya los otros partidos daban vía libre para que la Albirroja no deje el último tren a Rusia.

Y ahora, ¿qué hacemos?

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Dar vuelta la página es lo más práctico, ya que las lamentaciones no nos conducirán a nada diferente. Y existen dos posturas: Tener ya un técnico o esperar más tiempo para nominarlo.

El 2018 será un año en blanco para nosotros, para la Albirroja, ya que no hay competencia oficial y recién en el 2019 se tiene la Copa América, en junio, julio.

Todos coincidimos que hay materia prima y de muy buena calidad. En la adversidad debemos buscar los mecanismos para que este grupo siga creciendo y no hay otra para alcanzar ese objetivo, se debe competir.

Los seleccionados que clasificaron para el Mundial de Rusia ya buscan rivales para ajustar sus equipos y no sería descabellado pensar que alguna selección europea pueda buscar en Paraguay el rival ideal para adecuarse a lo que mostrarán los equipos suramericanos en la cita ecuménica.

Como no hay tiempo para trabajar, lo más lógico es que siga el Chiqui Arce, quien ya conoce el plantel y los jugadores se adecuan a lo que pretende el técnico. ¿Y si no es Arce? No se debe abandonar la idea futbolística encontrada para que nuestra selección juegue, priorizando el trato de la pelota (aunque esto no hayamos hecho en el partido clave), la presión constante y el aprovechamiento en velocidad de las características técnicas de nuestros delanteros.

Volver a un profesional extranjero es otra posibilidad. El que venga deberá transmitir sus ideas nuevas a un grupo que ya alcanzó la mecanización para jugar de una manera. Esto sería volver al punto cero, o dicho de otro modo, a retroceder.

La concreción de objetivos no pasa por el cambio del técnico sino la insistencia por potenciar lo que ya se logró avanzar. Es cierto que no metimos un gol ante Venezuela, pero tampoco todos jugamos el partido que debimos jugar.

Mirar mucho nuestro fútbol, hablar con los jugadores, estar pendiente de los de afuera y juntarlos para algún amistoso en el año del Mundial es lo que se va a hacer, sea quien sea el técnico.

Y cómo se deben involucrar los demás para hacer ese partido que falta. Mejorar el calendario de competiciones, ajustar el arbitraje a lo que se juega en el mundo competitivo, jugar más sin interrumpir nuestros torneos, buscar que los jugadores no finjan situaciones inexistentes para tratar de sacar provecho de una acción y otras que solamente perjudican al colega y al espectáculo, no se avanza.

El crecimiento que tendrá este plantel en dos años será estupendo para que se logre la consolidación anhelada. El resto dependerá del entorno dirigencial, que debe buscar el mejor camino para que se dé lugar a la selección cuando llegue el momento; ahí se verá que el cambio de técnico no es el punto priorizable.

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