• Por Emma Paoli
  • Doctora en Ciencias de la Educación
En reiteradas ocasiones en este espacio hemos apuntado la imperiosa necesidad de impulsar una reforma educativa que permita a los estudiantes de todos los niveles a enfrentar los desafíos mirando el futuro. Uno de los aspectos que debe tenerse en cuenta en este urgente proceso en el que deben estar involucrados todos los actores de la educación tiene directa relación con la innovación permanente.
En este sentido, debemos insistir en que Paraguay precisa con urgencia un nuevo enfoque, ya que para la mayoría de los estudiantes la experiencia educativa no es diferente a lo que recibieron generaciones previas. Tenemos que innovar en los modelos educativos, que implica una decidida apuesta al mejoramiento, por ejemplo, en el tipo de enseñanza que imparten los docentes.
Decíamos en anteriores artículos agrupados en el tema “La educación que queremos”, que la experiencia indica que cambiando los modelos pedagógicos se conseguirán los logros en el aprendizaje. En este punto, es necesario insistir en que la educación debe iniciar con una reforma.
Desde las instituciones educativas, entre ellas las que comprenden la educación superior, se debe dar una mirada hacia la construcción, no a la destrucción. Los esfuerzos desarrollados deben ser valorados y acompañados con una política que apunte a la calidad en todos sus niveles.
Hay que señalar que existen dimensiones que apuestan a un orden sistémico, cuyo cumplimiento daría garantías concretas a una reforma o transformación del modelo, aspecto del que nos referimos en este análisis.
Dentro del ámbito de las instituciones se puede iniciar desde el enfoque político, siendo en nuestro país el MEC la institución diseñada y capaz de realizar los cambios necesarios desde su estructura replanteando un nuevo organigrama.
Igualmente, como ya lo dijéramos, es importante realizar investigaciones y estudios consensuados con la sociedad con el fin de detectar las prioridades del sistema y no seguir realizando parches momentáneos que no poseen capacidad de reforma o innovación a largo plazo, tan urgentes hoy en nuestro presente siglo XXI.

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