• Por Pablo Noé
  • Director periodístico de La Nación TV
  • pablo.noe@gruponacion.com.py

Una investigación de La Nación TV puso en evidencia algo que todos conocemos, la vulnerabilidad de los datos personales, que están en el mercado al alcance de cualquier persona que intente, desde operaciones comerciales pequeñas, como ofrecer créditos o electrodomésticos, hasta cuestiones al margen de la ley que son muy peligrosas y preocupantes, como extorsiones e incluso secuestros.

Como lo reconoció la fiscala de delitos informáticos Irma Llano, la legislación vigente al respecto no contempla acciones que nos pudieran resguardar, para evitar esta sobreexposición de la que todos somos potenciales víctimas.

En esta sociedad del conocimiento, quienes no somos nativos digitales tenemos que utilizar hábilmente la muñeca para ir acomodándonos a los diferentes escenarios que se proyectan diariamente. Nacimos en un mundo que ya es parte de los libros de historia y debemos enfrentar con pocos conocimientos a un nuevo paradigma, en donde las fronteras de lo permitido son difusas y no existe una base sólida en la que podamos ampararnos para resolver conflictos cotidianos.

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Así surge nuevamente la educación como el salvavidas al que debemos recurrir para intentar sobrevivir en medio del caos. La diferencia sustancial radica en que todo está bajo construcción constante. Los esquemas educativos formales zozobran ante este escenario, porque en las aulas se sigue dando la espalda a las nuevas formas de acceso al conocimiento que tienen los niños y jóvenes.

Los propios docentes son víctimas de esta realidad; por ende, son parte del problema, en lugar de convertirse en facilitadores para hallar soluciones. Esto ocurre no por negligencia, sino porque también crecieron y se formaron con elementos que actualmente están totalmente obsoletos y las soluciones a estos inconvenientes no llegaron, es más, tardan en plantearse. Las instituciones educativas y los padres, actores centrales en esta fórmula, no escapan a estas reglas del juego.

Entonces , ¿cuál es la solución que se puede encontrar? La salida no es simple y pasa por una participación proactiva de todos los protagonistas, buscando inicialmente involucrarse en el tema para conocer a profundidad la realidad en la que vivimos. Posteriormente se debe apuntar a la construcción de una nueva conciencia colectiva en la que entendamos los alcances de cada uno de nuestros actos en redes sociales, el lugar más vulnerable para el acceso a datos, que en muchos casos, son proporcionados por los propios usuarios, que desde el desconocimiento, dan información sin saber la utilización que le darán a la misma.

En muchos casos no dimensionamos el contenido de nuestras publicaciones, consideramos que los datos proporcionados son totalmente inocentes, cuando en realidad estamos abriendo una ventana al mundo, literalmente. Cualquiera puede saber nuestras direcciones particulares y laborales, intereses, clubes, gustos, aficiones, todo lo que resulta atractivo para corporaciones de todo tipo.

Dimensionar lo que hacemos en redes es fundamental. Este análisis no puede ni debe reducirse a opiniones particulares sobre temas del momento solamente, sino a la batería de información que compartimos cada vez que realizamos una publicación. Más que nunca este proceso educativo debe romper los límites de las aulas, para meterse en cada conversación familiar en donde se busque advertir de los riesgos a los que nos exponemos constantemente.

Los procesos educativos, como las grandes revoluciones mundiales, comienzan desde abajo, desde los planteamientos de la gente, que necesita involucrarse decididamente en esta tarea. Si esto no sucede podemos sentarnos a esperar otras opciones, que no solamente pueden tardar en llegar, sino que es altamente probable que nunca vengan de manera eficaz y eficiente.

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